"ÁNGEL TERUEL"
Domingo Delgado de la Cámara, ganador del VII Premio "La Fábula Literaria Vicente Zabala", que le será entregado mañana día 10 en el Aula de Tauromaquia "Ángel Luis Bienvenida" del Teatro "Muñoz Seca" de Madrid, ha tenido el acierto de recordar al matador de toros Ángel Teruel, cuando se va a cumplir veinticuatro años desde su retirada en activo.Nos complace difundir este magnífico artículo publicado en www.detorosenlibertad.com, uniéndonos al recuerdo y admiración hacia el extraordinario torero madrileño del barrio de Embajadores.
Antonio Martín
Ángel Teruel
Quiero hablar de un gran torero que hoy vegeta en el olvido y en la indiferencia. Quiero hablar de Ángel Teruel Peñalver. Siempre le admiré. Le recuerdo dos faenas impecables siendo yo un chavalín. Concretamente en San Isidro de 1979, con un toro de Luís Algarra (antes de Juan Pedro Domecq), y en San Isidro de 1983 con un toro de Alonso Moreno de la Cova. En ambas tardes vestía de rosa y oro y, en ambas ocasiones también, le premiaron cicateramente con una oreja solitaria. Sus trasteos eran tan impecables y cristalinos que resultaban fríos por perfectos. Y ya se sabe que a los malos aficionados lo que les emociona es el torero torpe del ¡ay! y el achuchón, o el pseudoartista que sobreactúa. A mi alrededor escuchaba comentarios despectivos sobre Teruel. Se le acusaba de relamido y excesivamente académico. Pero a mí este torero me encantaba.
Después de muchos años de no haber visto ninguna imagen de Ángel Teruel, hace muy poco me lo he vuelto a encontrar en un DVD. Y lo que he visto me ha entusiasmado y me ha confirmado que, efectivamente, yo estaba en lo cierto. Ángel Teruel fue un torero excelente. Lo reunía casi todo: buena planta, valor, gran conocimiento de la técnica y el toro, un concepto pulido y refinado del toreo y, además, un gran dominio de todos los tercios: Banderillero fácil, buen estoqueador y con las telas, tanto con el capote como con la muleta, fue un diestro clásico y de gran empaque.
Para más INRI, tiene una excelente trayectoria profesional. Desde niño apuntó grandes cualidades, lo que hizo que los Dominguines se fijaran en él. Tras una corta y meteórica etapa de novillero, tomó la alternativa en 1967en Burgos de manos de El Viti, a la edad de 17 años. El día que confirmó la alternativa, en San Isidro de 1969, cortó tres orejas a un lote de Atanasio Fernández. A partir de ahí ocupó la primera fila del toreo hasta que dejó de torear en 1984. Teruel obtuvo muchos éxitos en Madrid. A pesar de que se le juzgaba con una implacable severidad, todos los años triunfaba en la Capital. Y fue un diestro muy respetado en la Maestranza a pesar de ser un torero castellano. Y en el norte, sobre todo en Bilbao, dio grandes tardes de toros.
Y ¡cuidado! que cuando hubo que dar la cara con las corridas más duras, lo hizo triunfando por todo lo alto. Por ejemplo, con miuras en Madrid en 1976 y 1977. En ambas ocasiones dio una lección de dominio y poderío. Porque era muy poderoso, con ese poderío suave y sin enganchones, que es el de los auténticos maestros. Para dominar un toro es innecesaria la brusquedad. También es innecesario torcerse como una alcayata enseñando los tirantes. Debe hacerse con naturalidad y con cadencia. La cadencia, el toreo pulcro con ausencia de enganchones, tesoro de los auténticamente valientes que saben torear. Teruel, además, toreaba muy limpio y muy despacio.
Con este historial y siendo tan completo, ¿cómo es posible que nadie se acuerde de Ángel Teruel? Puede ser por varias causas. La primera no haber pasado la mano por el lomo a la intelligentzia taurina, a los que crean opinión. La segunda causa puede ser su discontinuidad. Lo explico: Teruel los años que estaba en activo, triunfaba regularmente de las Fallas al Pilar, siendo siempre uno de los toreros indiscutibles de la temporada. Pero de repente se aburría y se tiraba un par de temporadas sin torear. Luego, cuando decidía volver, tenía los arrestos necesarios para volver a ponerse en la primera fila inmediatamente. Pero quieras que no, esas idas y venidas restaron dimensión a su trayectoria.
Y, en tercer lugar, el triste final. El día primero de Junio de 1984 un torrestrella en Madrid le infirió una grave cornada y a raíz de aquello y sin decir nada a nadie, Teruel se quitó de en medio. Un torero de esta categoría no debe tener un final profesional tan anodino.
También tenía un defecto y hay que hablar de él. Su mayor pecado delante de la cara del toro era el unipase. Cuando daba un muletazo muy bueno, en vez de ligarlo inmediatamente con el siguiente, se quedaba en suspenso como diciéndose a sí mismo: "¡pero que buen torero soy!"... Y la ligazón, señores, es esencial en el toreo. Esos muletazos sin solución de continuidad son lo que levanta al público del asiento. Y en las pulcras y pluscuamperfectas faenas de Teruel, solo faltaba esto: la ligazón. De ahí la frialdad. Le acusaron de excesivamente académico y prosopopéyico. Teruel era un joven profesor que siempre estaba sentando cátedra, y eso molesta a los envidiosos. Pero a mí me encantaba aquél aire entre marchoso y suficiente que se gastaba. Le decían el chulo de Embajadores. Pues sí señor: el que sabe, sabe.
Resumiendo. Ángel Teruel ha sido uno de los más grandes toreros que ha dado Madrid. Quizás el más completo. Y un día se le hará justicia, porque sus faenas en el celuloide no han perdido su prestancia, mientras que las faenas de otros toreros muy celebrados, yacen ajadas, marchitas y viejas. Alguien dirá algún día lo buen torero que fue Ángel Teruel.
Y ahora toca hablar de otro extraordinario torero que vio la luz en Madrid: Julio Aparicio Martínez. Pero de él hablaremos otro día.
Domingo Delgado de la Cámara, ganador del VII Premio "La Fábula Literaria Vicente Zabala", que le será entregado mañana día 10 en el Aula de Tauromaquia "Ángel Luis Bienvenida" del Teatro "Muñoz Seca" de Madrid, ha tenido el acierto de recordar al matador de toros Ángel Teruel, cuando se va a cumplir veinticuatro años desde su retirada en activo.Nos complace difundir este magnífico artículo publicado en www.detorosenlibertad.com, uniéndonos al recuerdo y admiración hacia el extraordinario torero madrileño del barrio de Embajadores.
Antonio Martín
Ángel Teruel
Quiero hablar de un gran torero que hoy vegeta en el olvido y en la indiferencia. Quiero hablar de Ángel Teruel Peñalver. Siempre le admiré. Le recuerdo dos faenas impecables siendo yo un chavalín. Concretamente en San Isidro de 1979, con un toro de Luís Algarra (antes de Juan Pedro Domecq), y en San Isidro de 1983 con un toro de Alonso Moreno de la Cova. En ambas tardes vestía de rosa y oro y, en ambas ocasiones también, le premiaron cicateramente con una oreja solitaria. Sus trasteos eran tan impecables y cristalinos que resultaban fríos por perfectos. Y ya se sabe que a los malos aficionados lo que les emociona es el torero torpe del ¡ay! y el achuchón, o el pseudoartista que sobreactúa. A mi alrededor escuchaba comentarios despectivos sobre Teruel. Se le acusaba de relamido y excesivamente académico. Pero a mí este torero me encantaba.
Después de muchos años de no haber visto ninguna imagen de Ángel Teruel, hace muy poco me lo he vuelto a encontrar en un DVD. Y lo que he visto me ha entusiasmado y me ha confirmado que, efectivamente, yo estaba en lo cierto. Ángel Teruel fue un torero excelente. Lo reunía casi todo: buena planta, valor, gran conocimiento de la técnica y el toro, un concepto pulido y refinado del toreo y, además, un gran dominio de todos los tercios: Banderillero fácil, buen estoqueador y con las telas, tanto con el capote como con la muleta, fue un diestro clásico y de gran empaque.
Para más INRI, tiene una excelente trayectoria profesional. Desde niño apuntó grandes cualidades, lo que hizo que los Dominguines se fijaran en él. Tras una corta y meteórica etapa de novillero, tomó la alternativa en 1967en Burgos de manos de El Viti, a la edad de 17 años. El día que confirmó la alternativa, en San Isidro de 1969, cortó tres orejas a un lote de Atanasio Fernández. A partir de ahí ocupó la primera fila del toreo hasta que dejó de torear en 1984. Teruel obtuvo muchos éxitos en Madrid. A pesar de que se le juzgaba con una implacable severidad, todos los años triunfaba en la Capital. Y fue un diestro muy respetado en la Maestranza a pesar de ser un torero castellano. Y en el norte, sobre todo en Bilbao, dio grandes tardes de toros.
Y ¡cuidado! que cuando hubo que dar la cara con las corridas más duras, lo hizo triunfando por todo lo alto. Por ejemplo, con miuras en Madrid en 1976 y 1977. En ambas ocasiones dio una lección de dominio y poderío. Porque era muy poderoso, con ese poderío suave y sin enganchones, que es el de los auténticos maestros. Para dominar un toro es innecesaria la brusquedad. También es innecesario torcerse como una alcayata enseñando los tirantes. Debe hacerse con naturalidad y con cadencia. La cadencia, el toreo pulcro con ausencia de enganchones, tesoro de los auténticamente valientes que saben torear. Teruel, además, toreaba muy limpio y muy despacio.
Con este historial y siendo tan completo, ¿cómo es posible que nadie se acuerde de Ángel Teruel? Puede ser por varias causas. La primera no haber pasado la mano por el lomo a la intelligentzia taurina, a los que crean opinión. La segunda causa puede ser su discontinuidad. Lo explico: Teruel los años que estaba en activo, triunfaba regularmente de las Fallas al Pilar, siendo siempre uno de los toreros indiscutibles de la temporada. Pero de repente se aburría y se tiraba un par de temporadas sin torear. Luego, cuando decidía volver, tenía los arrestos necesarios para volver a ponerse en la primera fila inmediatamente. Pero quieras que no, esas idas y venidas restaron dimensión a su trayectoria.
Y, en tercer lugar, el triste final. El día primero de Junio de 1984 un torrestrella en Madrid le infirió una grave cornada y a raíz de aquello y sin decir nada a nadie, Teruel se quitó de en medio. Un torero de esta categoría no debe tener un final profesional tan anodino.
También tenía un defecto y hay que hablar de él. Su mayor pecado delante de la cara del toro era el unipase. Cuando daba un muletazo muy bueno, en vez de ligarlo inmediatamente con el siguiente, se quedaba en suspenso como diciéndose a sí mismo: "¡pero que buen torero soy!"... Y la ligazón, señores, es esencial en el toreo. Esos muletazos sin solución de continuidad son lo que levanta al público del asiento. Y en las pulcras y pluscuamperfectas faenas de Teruel, solo faltaba esto: la ligazón. De ahí la frialdad. Le acusaron de excesivamente académico y prosopopéyico. Teruel era un joven profesor que siempre estaba sentando cátedra, y eso molesta a los envidiosos. Pero a mí me encantaba aquél aire entre marchoso y suficiente que se gastaba. Le decían el chulo de Embajadores. Pues sí señor: el que sabe, sabe.
Resumiendo. Ángel Teruel ha sido uno de los más grandes toreros que ha dado Madrid. Quizás el más completo. Y un día se le hará justicia, porque sus faenas en el celuloide no han perdido su prestancia, mientras que las faenas de otros toreros muy celebrados, yacen ajadas, marchitas y viejas. Alguien dirá algún día lo buen torero que fue Ángel Teruel.
Y ahora toca hablar de otro extraordinario torero que vio la luz en Madrid: Julio Aparicio Martínez. Pero de él hablaremos otro día.
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