Luis Carlos Peris
CONSIDERO que está en su derecho todo aquél que me vea como un paladín de la fiesta de los toros, como un obseso a la hora de defender algo que está, utilizando la jerga, buscando irremediablemente las tablas. Los toros están siendo asaeteados desde fuera y no ha sabido crear el sistema inmunológico que le defienda de tanto ataque. Lo último ha sido la explicación que le ha dado el presidente de Radiotelevisión Española al Parlamento sobre la no retransmisión de corridas de toros. Cada corrida, según dicho ejecutivo, le costaba al Ente Público 100.000 euros, un dineral. Y es que el gasto apenas se paliaba con el ingreso de una publicidad que huye del patrocinio a los toros por una razón bien sencilla, por el qué dirán. Y es que es tanto el ruido que montan los antitaurinos que las firmas comerciales temen involucrarse en un proyecto que se identifica interesadamente con la sangre.
Son muchos los ataques y la fiesta se ha encontrado indefensa. Mucho se habla, por ejemplo, del fervor que está poniendo la clase política catalana en su abolición, pero poco se dice de la nula defensa que encuentra desde el Gobierno central. Juan Manuel Albendea, desde los escaños del Partido Popular, rebatía al presidente de la RTVE argumentando que todo era consigna política bajo la prueba de que jamás se vio a Zapatero en una plaza de toros. Cierto es lo que argumentó el diputado andaluz, pero no es menos cierto que tampoco se distinguió José María Aznar por dejarse ver en los toros. Pero es que yendo aún más atrás en el tiempo, ¿alguien tiene constancia de que Felipe González haya estado alguna vez en la Maestranza o en Las Ventas?
Los toros han salido del caballo con las fuerzas muy justitas para seguir en pie y lo peor de todo es que desde dentro no surge nadie que luche por su supervivencia. Fue una Mesa del Toro a Bruselas con un torero español, un francés y un portugués a una defensa que tuvo su repercusión, pero de la que nadie se acuerda, sobre todo en Bruselas. En Cataluña quieren abolirlos, en Galicia son testimoniales con tres corridas en Pontevedra y una multiusos en Coruña donde la corrida parece cualquier cosa menos una corrida de toros y en Euskadi han elaborado un reglamento leonino. Al menos en el País Vasco la regulan y no la suprimen, pues a ver quién tiene bemoles de abolir allí un espectáculo que sigue siendo el número fuerte de todo programa de ferias. Soy un aficionado que echó los dientes en el coso del Baratillo en un tiempo donde la fiesta era verdaderamente la Fiesta Nacional, pero me veo pesimista y no creo en su futuro. Los tiempos son los que son, están mejor vistas otras sangres que la del toro y, lo peor de todo, los más interesados en defenderla no hacen nada para ello.
CONSIDERO que está en su derecho todo aquél que me vea como un paladín de la fiesta de los toros, como un obseso a la hora de defender algo que está, utilizando la jerga, buscando irremediablemente las tablas. Los toros están siendo asaeteados desde fuera y no ha sabido crear el sistema inmunológico que le defienda de tanto ataque. Lo último ha sido la explicación que le ha dado el presidente de Radiotelevisión Española al Parlamento sobre la no retransmisión de corridas de toros. Cada corrida, según dicho ejecutivo, le costaba al Ente Público 100.000 euros, un dineral. Y es que el gasto apenas se paliaba con el ingreso de una publicidad que huye del patrocinio a los toros por una razón bien sencilla, por el qué dirán. Y es que es tanto el ruido que montan los antitaurinos que las firmas comerciales temen involucrarse en un proyecto que se identifica interesadamente con la sangre.
Son muchos los ataques y la fiesta se ha encontrado indefensa. Mucho se habla, por ejemplo, del fervor que está poniendo la clase política catalana en su abolición, pero poco se dice de la nula defensa que encuentra desde el Gobierno central. Juan Manuel Albendea, desde los escaños del Partido Popular, rebatía al presidente de la RTVE argumentando que todo era consigna política bajo la prueba de que jamás se vio a Zapatero en una plaza de toros. Cierto es lo que argumentó el diputado andaluz, pero no es menos cierto que tampoco se distinguió José María Aznar por dejarse ver en los toros. Pero es que yendo aún más atrás en el tiempo, ¿alguien tiene constancia de que Felipe González haya estado alguna vez en la Maestranza o en Las Ventas?
Los toros han salido del caballo con las fuerzas muy justitas para seguir en pie y lo peor de todo es que desde dentro no surge nadie que luche por su supervivencia. Fue una Mesa del Toro a Bruselas con un torero español, un francés y un portugués a una defensa que tuvo su repercusión, pero de la que nadie se acuerda, sobre todo en Bruselas. En Cataluña quieren abolirlos, en Galicia son testimoniales con tres corridas en Pontevedra y una multiusos en Coruña donde la corrida parece cualquier cosa menos una corrida de toros y en Euskadi han elaborado un reglamento leonino. Al menos en el País Vasco la regulan y no la suprimen, pues a ver quién tiene bemoles de abolir allí un espectáculo que sigue siendo el número fuerte de todo programa de ferias. Soy un aficionado que echó los dientes en el coso del Baratillo en un tiempo donde la fiesta era verdaderamente la Fiesta Nacional, pero me veo pesimista y no creo en su futuro. Los tiempos son los que son, están mejor vistas otras sangres que la del toro y, lo peor de todo, los más interesados en defenderla no hacen nada para ello.
1 comentario:
Sí. A Felipe González sí se le ha visto en los toros. Quizá en España no pero México sí ha ido
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