miércoles, 15 de abril de 2009

la primera corrida picassiana culmina con dos orejas de Castella

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RESEÑA
Málaga, sábado 11 de abril de 2009.
Corrida Picassiana. Lleno de No hay billetes.
Cinco toros de Albarreal y un remiendo (4º)
de Concha y Sierra, bien presentados
aunque bajos de casta y fuerzas.El 1º, inválido.
Manejables en distintos grados el resto.


Manuel Díaz ‘El Cordobés’, silencio y silencio.
Francisco Rivera Ordóñez, silencio y silencio.
Sebastián Castella, saludos tras petición y dos orejas
.

El signo distintivo de la corrida de Albarreal y del remiendo de Concha y Sierra, ha sido la falta de casta y la ausencia de fuerzas; circunstancias que unidas a lo desapacible de una tarde ventosa que comenzó incluso con unas gotas de lluvia, estuvieron a punto de dar al traste con el espectáculo que sólo se salvó de la mano de un Sebastián Castella, fiel a sí mismo, que no volvió la cara nunca y protagonizó, de lejos, los mejores momentos del festejo.

La lidia del toro que abría plaza comenzó entre protestas por su falta de fuerzas, hecho negativo que se sumó a unas rachas de viento que imposibilitaron la lidia y a la habitual falta de clase del primer espada Manuel Díaz. El cuarto de la tarde, de capa castaña, se refugió en las tablas ayuno totalmente de casta y El Cordobés participó de la función con sus recursos habituales que no son muchos.

Francisco Rivera recibió al primero de su lote, rodilla en tierra, con unas verónicas jaleadas. Tomó los palos y clavó con limpieza dos pares cuarteando y un tercero al violín. Molestó mucho el aire, el toro se defendió violento y con genio y la faena que comenzó ajustada, quedó en un voluntarioso intento. Si hay quintos malos, y el segundo del lote de Rivera Ordóñez fue un 5º que no sirvió para el lucimiento, un toro sin fondo que no transmitió, Rivera no le pudo sacar nada porque nada tenía su oponente, ni siquiera se pudo lucir en banderillas; para colmo de males mató mal y sin pena ni gloria, una faena que fue silenciada, con algunas palmas de consolación


. Se ajustó en el quite Sebastián Castella frente al tercero y luego galleó por chicuelinas para poner a un toro falto de fuerzas frente al piquero. En medio de un vendaval, brindó al respetable. Pero la faena no terminó de coger vuelos pese a la profundidad de las suertes iniciales porque el toro, muy sometido, se paró enseguida. Le había bajado la mano el diestro galo con auténtica torería, pero no tuvo en su enemigo la respuesta deseada. El que cerró plaza salvó los muebles de la corrida, mas por la disposición y ambición de Castella que por la calidad del burel. Castella, lo cuidó mucho de salida y en el caballo, aunque la faena, instrumentada por el pitón derecho, fue de más a menos por la falta de fondo del toro, y que ganó en emoción por el arrimón en la corta distancia, en la que el francés dejó patente el excelente momento que atraviesa, consiguiendo muletazos de mérito. La estocada entera en lo alto de efecto fulminante. Se le concedieron las dos orejas saliendo a hombros.

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